LA NATURALIDAD DEL PARTO

José F. Fernández Godoy

Me formé como tocólogo en Sevilla, con el profesor Bedoya, creador de un método analgésico en el parto mediante goteo de pentotal sódico. A pesar del tiempo transcurrido, permanece en mí vivo el recuerdo de las  mesas en las que asistí mis primeros partos. Eran mesas rudimentarias, sin mecanismo de elevación del respaldo para que la mujer se pudiere incorporar,  y las perneras pendían de una especie de columpio (fig. 1, vista lateral y de frente).

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Fig. 1

A la parturienta, tendida y con las piernas colgadas de las perneras, se le sujetaba las extremidades con correas antes de aplicarle el goteo barbitúrico. Semejante situación tétrica despertó en mí un fuerte sentimiento de rechazo. Y, en busca de nuevas perspectivas asistenciales, aterricé en los cursos de preparación al parto, topándome, de bruces, con los movimientos naturalistas.

Aquellos cursos de preparación giraban alrededor del tema “la naturalidad del parto”. El lema era: “el parto es un proceso natural y, como tal, debe transcurrir”.

En aquellos cursos conocí la teoría del Parto natural o sin dolor de Read:el parto natural de la mujer primitiva era indoloro. Y el dolor se originaba a consecuencia de informaciones exageradas o defectuosas a la embarazada”.

En aquellos cursos escuché por primera vez el nombre de Velvovski, de la escuela de Paulov, y su teoría de los reflejos condicionados para explicar la causalidad del dolor de parto: “el parto era, por naturaleza, indoloro, pero se asociaban tantas y tantas veces la palabra parto con situaciones dolorosas que se creaba en la mente de la embarazada el reflejo condicionado Parto-Dolor”.

En aquellos cursos escuché “ciento de veces”, el relato del “parto natural” de la mujer india: en solitario, a la orilla del río, regresando a su casa con el niño en los brazos e incorporándose, acto seguido, como si nada hubiese pasado, a sus tareas habituales.

 

En aquellos cursos vi repetidas veces el video del parto en el agua como máximo exponente del “parto natural”. Un parto apacible, envuelto por el vapor relajante del agua caliente y con la parturienta recostada en su pareja, también dentro de la bañera.

...

Cuando, me incorporaba de nuevo a mi quehacer de tocólogo hospitalario, se borraban de mi mente las imágenes de los “partos naturales”, partos idílicos, indoloros, en la nebulosa placentera del vapor del agua,... y me topaba de lleno con la realidad pura y dura de los partos de todos los días. Aparecían los partos estancados necesitados de ayuda instrumental, las episiotomías, los sufrimientos fetales, las cesáreas,... y, todo envuelto por los quejidos de las parturientas.

No alcanzaba comprender que era eso de "parto natural". ¿Era el parto de la especie humana un proceso absolutamente natural?

Busqué en el diccionario el vocablo natural y hallé múltiples definiciones. Se trataba, pues, de un vocablo sujeto a diversas interpretaciones. Indagué sobre el "naturalismo" y me encontré perdido en un resbaladizo terreno de ambigüedades, sin lograr esclarecer el concepto "parto natural".

Lo natural se opone a lo artificial; lo natural es producto directo de la naturaleza, sin manipulación alguna. El parto del animal es un parto solitario, sin ayuda, tal como ha sido programado por la naturaleza, es un parto natural. Pero, ¿se puede extender la noción de "parto natural" al parto humano?

Estudié la antropología del parto. De la mano de la biomecánica realicé un análisis comparativo entre el parto humano y el del cuadrúpedo  y me introduje en el parto de nuestros antepasados con el fin de examinar las modificaciones experimentadas a lo largo de la evolución humana. Pues bien, tras estos estudios, puedo afirmar con rotundidad que sigo sin comprender el verdadero significado de "parto natural" referido al parto de nuestra especie.

 

 

 

 

 

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